¿Qué tal una carta de amonestación?

Toda institución posee normas; en ellas establece derechos y deberes. Si cualquiera de ellos es transgredido, el organismo aplicaría mecanismos ubicados dentro de esas normas para restablecer el orden. Uno es la amonestación formal contra el infractor.
¿Qué tal una carta de amonestación?

En este caso, y como es de suponer, hablamos de cartas institucionales. En otro orden o ambiente, sería tan innecesario como excéntrico “amonestar” a un hijo por medio de una carta; eso es más frecuente hoy con el uso de correos electrónicos, mensajes de texto, redes sociales o de forma verbal… y se llama “regaño”. Lo cierto es que la carta de amonestación, por lo general una excepción y no la norma en el marco del trabajo frecuente realizado en oficina (no todo el tiempo el trabajador o subalterno comete fallas que provoquen la emisión diaria de ese tipo de comunicaciones), no suele llevar el saludo de rigor aplicado en el tratamiento corriente de las cartas que, de ordinario, salen de una oficina. Y es que, si el motivo que provoca la elaboración de la misiva es una falta por parte de algún trabajador, no luce que haya lugar para saludos, no por falta de cortesía del remitente, sino en virtud de la naturaleza del mensaje que este envía.

            Así que, luego de insertar en la carta su fecha, numeración e identificación del destinatario, el remitente procede al abordaje del tema central motivante de la misiva, pudiendo ser de esta forma: “En atención a las facultades [reglamentarias, normativas, legales… mismas que deberían citarse] que me asisten como su jefe inmediato, por medio de la presente cumplo con participarle que he decidido amonestarlo en virtud de la reprochable conducta mostrada por usted el día… en su lugar de trabajo. Esperamos que reflexione y rectifique su comportamiento en aras de salvaguardar la relación laboral que su persona ha mantenido con la empresa [o institución] en los últimos tiempos”. Y, sin más rodeos, una carta con semejante mensaje solo debería culminar con un lacónico: “Sin otro particular… Atte.: …”. ¿Qué más?

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