La carta es la historia de todos los tiempos

Bastó que en su historia los seres humanos superaran la etapa “ágrafa” en las comunicaciones para que, a no mucho andar el tiempo, apareciera la carta en cualquier formato escrito. Aunque dicen que “la mejor carta es hablarnos”.
La carta es la historia de todos los tiempos

Sobre piedras, maderas, papiros elaborados a base de cueros de animales o elementos vegetales, se plasmarían mensajes que, además, han servido para estudiar las distintas etapas de la evolución del mensaje escrito: logográfica, silábica y alfabética, progreso que, por ser tal, indica avance, pero no tanto. Por ejemplo, entre la etapa logográfica (aún propia del mandarín, hablado y escrito por millones de seres humanos) y la alfabética (como el español) existen inmensas diferencias sobre las que, por solo mencionar las de “forma”, resultan inconmensurables. De esta manera, el idioma usado en China posee más de 6.000 logogramas, cosa imposible de aprender en forma y significados durante nuestra vida relativa de más o menos 75 años; pero en español hacemos magia con solo 27 letras. ¡Qué versatilidad! ¡Somos privilegiados! Y, sin embargo, fallamos al escribir o hablar con “haigas”, “hubieron”, "pa’" y "na’". Y si alguna de estas taras queda plasmada en una carta… Casos se han visto y usted me dirá.

            Que si en las “Cartas de los Apóstoles”, antes, después de ellas y en cualquier formato, la humanidad usó el vocablo “carta” para legar hacia la posteridad (aunque la intensión inicial fuera comunicar alguna idea “de momento y circunstancias”) cualquier cantidad de información y conocimiento clave para abordar aquel pasado, comprender el presente y proyectar la vida personal o colectiva hacia el futuro. Luego, oficios como escriba (ya en desuso), secretario, impresor, editor o mensajero (algunos profesionalizados hoy), son lo que observamos porque la carta vive, sea en formato digital o electrónico, rubricándola con pluma de ave en zonas apartadas del ambiente citadino o identificando al remitente con la “firma electrónica”. La oficina moderna no podrá existir sin la carta; esta será imprescindible mientras haya humanidad. ¿Fatalismo? No, realidad.

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