De condolencias: la carta que en algo rompe el modelo
En ese sentido, será pertinente fechar la comunicación que exprese condolencias; a los efectos de archivo, resulta adecuado numerar esa carta. Allí debe ser identificado el destinatario si el oficio va dirigido al doliente de forma directa (individuo o grupo familiar); pero si es de orden público, no lleva ese dato y el mensaje tendría que comunicar la intención de plantear el pesar del remitente al público en general. Hasta este punto hay acuerdo. Por lo demás, la carta de condolencias no lleva “saludo” ni “despedida”, tampoco un amplio desarrollo que haga “empalagosa” su lectura, rememorando recuerdos, anécdotas o expresando loas a favor del difunto, aspectos que, de considerarse pertinentes, bien pueden ser postergados para expresarlos en futuros homenajes, misas o intercambios informales.
Aunque se haga el esfuerzo, y a veces pueda lograrse, no es fácil superar los lugares comunes elaborando el mensaje de las notas o cartas de condolencias. Frases como “Ha fallecido en la paz del Señor (o de forma trágica) quien en vida se llamara…”, “...cumple con participar el sensible fallecimiento de…”, “...lamenta la sensible pérdida de…”, “...paz a su alma”, “...que el señor lo tenga en su gloria…”, “...elevamos oraciones al cielo por el descanso eterno de…”, “...expresamos a familiares y amigos nuestras sinceras palabras de condolencia ante tan irreparable pérdida…”, no dejando de faltar el “Q.E.P.D”, son lugares comunes en estos casos, resultando difíciles de emular con otras palabras, menos en momentos de premura y pesar personal y/o colectivo. ¿Consejos? No inventemos mucho, seamos breves o parcos, formales, respetuosos (salvando la costumbre de funerales y velorios donde el chiste, la música o el jolgorio no fallan, tradiciones vistas como serias expresiones de pesar) y procedamos a cumplir con familiares y amigos… que el difundo ni cuenta se dará ya. Eso dicen.