Dígame si de por medio, aunque el renunciante no lo exponga de inmediato ni lo conozca mucho el colectivo laboral, existe una oferta mejor de trabajo y, además… proveniente de la competencia (¡!). Casi que aquel pudiera ser visto como un “traidor”, y hasta culminar mal lo que venía tan bien. Pero, en fin, hay demasiadas circunstancias o variables susceptibles de involucrarse como causales de renuncia y, entonces, la cantidad de ejemplos, según la diversidad de casos, resultaría inconmensurable. Por ahora, vayamos a lo simple y tradicional, incluso legal en muchos contextos, toda vez que existiría el deber de introducir ante el patrón el denominado “preaviso”: el anuncio oficial donde el trabajador informa que dentro de, por ejemplo., un par de semanas, renuncia como trabajador de la empresa o institución; paso que, a veces, es necesario, pero no imprescindible. En sí mismo, este trámite representa una carta de renuncia adelantada porque, pasado el lapso del “preaviso”, ya el trabajador no asiste más a labores y, en más de las veces, este y el patrón han finiquitado compromisos de prestaciones sociales u otros semejantes en el transcurso de los días.
Pero, ¿cómo se escribe? Pues sencillo: se trata de un oficio ordinario, es decir, con fecha de emisión (lugar y día), remitente, saludo inicial y, de inmediato, exponer en el desarrollo algo tan simple como esto: “Me dirijo a usted en ocasión de participarle que, a partir del día…, he decidido culminar mi relación laboral con la empresa conducida por su persona. Agradezco la atención dispensada al suscrito durante el tiempo en el cual sostuvimos relaciones laborales”. Luego no queda otra que despedirse de forma cordial.
