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Hasta la transgresión del derecho a ser informado sobre los asuntos de la incumbencia de cualquier ciudadano, puede estar de por medio al enviar una carta de primera a segunda persona sin copia (“C.c.”, con copia) a una tercera.

La persona que elabora una carta de recomendación, parecida en algunos aspectos a la de “referencia personal”, algunas veces procura que la primera experiencia sirva como modelo para la futura emisión de otras comunicaciones del mismo tenor.

La dinámica del trabajo en oficina elaborando cartas conlleva ciertos riesgos, piadosos algunos, otros no tanto. Entre cualquiera de ellos resaltan acciones u omisiones en el aporte de datos cuantitativos o cualitativos que, dada la naturaleza del oficio… lo anulan.

En los tiempos actuales y luego de muchas décadas, el tipo estándar de papel usado en oficina para elaborar cartas es el denominado “Bond Base 20”, color blanco. Aunque no siempre es el más representativo o adecuado a toda circunstancia.

La carta que muestre errores en su redacción es como un cumpleaños sin torta (omisión que de por sí es una “torta”), o como portar un traje de gala mostrando los pies descalzos. Allí hay algo que no pega.

En sus principios históricos, una carta era enviada bajo resguardo con sello pegajoso (cera u otros materiales similares), o aplicando alguna pita (mecate) con cierto tipo especial de lazo envolvente. Antes habían actuado los escribas; al final, el mensajero.

Toda institución posee normas; en ellas establece derechos y deberes. Si cualquiera de ellos es transgredido, el organismo aplicaría mecanismos ubicados dentro de esas normas para restablecer el orden. Uno es la amonestación formal contra el infractor.

El tema pudiera ser “inconmensurable”, pero no tanto; existen sanos lugares comunes que, por tradicionales, devinieron en condiciones dadas o sobre-entendidas, trascendiendo cualquier escrito de orden reglamentario que aspire ser “ley” en la materia. Aquellos lugares deberían respetarse.

Existen ocasiones en las que actúa una variedad de motivos influyentes en algunos rasgos del formato aceptado para elaborar cierto tipo de cartas. Las que se emitan convocando un evento académico, político-social, religioso, etc., son parte de estos casos.

No solo una misiva puede ser clasificada como ordinaria o simple, aquella que, en general, es emitida por ciudadanos naturales para canalizar cualquier gestión o trámite personal. Ante todo, y dada la dinámica social mundial, prevalecen las cartas institucionales.

Si hay mucho o poco papel en este mundo, asunto ecológico, ante todo, lo cierto es que ya resulta muy costosa su frecuente adquisición… ¡Y el papel es condición clave para elaborar y enviar cartas en diversos ambientes de trabajo!

Emanen de personas jurídicas (instituciones y/o empresas) o naturales (personas comunes y corrientes), cualquier carta o misiva suscrita por ellas pudiera estar identificada, a los efectos de organizar el archivo, con cierto código alfabético, numérico o en combinación de ambos.