
Otro criterio sobre las partes de una carta

Claro, a menos que esta última guarde algún orden académico, mismo que pudiera incluir herramientas tales como el uso de citas textuales dentro o fuera de párrafo y/o parafraseos de fuentes documentales. Pero, en términos tan simples como ordinarios o corrientes, no deja de reconocerse que, aun así, la introducción es la parte de la tradicional estructura de la carta que incluye su membrete y/o logo institucional, la fecha de emisión del oficio, el destinatario y de inmediato el saludo, preámbulo del desarrollo o cuerpo argumentativo del escrito. En este se ahonda en relación con el motivo principal que genera la comunicación (informar, participar o notificar algún asunto; invitar, describir, denunciar, quejarse o protestar, pedir o solicitar, recomendar, proponer, renunciar… en fin, toda una familia de razones motivadoras del hecho en sí; es decir, de la carta misma).
Aquí la conclusión no es lo que esta sección del desenlace representaría en un trabajo académico o de investigación cualquiera, sino que, en la carta, aquella buscaría resumir lo más esencial del asunto o tema expuesto en el desarrollo de la misiva, incluyendo la petición respectiva (si correspondiera hacerla por la naturaleza del escrito). Además, agregue al final la despedida, firma, sello e indicación de los posibles destinatarios con copia (“c.c.”) de la misma comunicación. Como se puede observar, no son tanto tres (3) partes básicas (introducción, desarrollo y conclusión), sino que cada una de ellas está subdividida y, en esencia, resguardando aspectos tan esenciales como ya clásicos, propios de la estructura promedio de muchas cartas.
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